miércoles, 24 de marzo de 2010

“La Casona”

Uriburu 672, casi esquina Viamonte. En un lugar caracterizado por ser una de las zonas más cosmopolita de la Capital -un lavadero chino, un kiosco atendido por una ucraniana, un locutorio perteneciente a una familia peruana y la sede de la AMIA ( centro de la comunidad judía que en 1994 fue víctima de un atentado, del cual todavía no se conocen los responsables), se encuentra la Casona, una residencia estudiantil que se adaptó a una antigua casa de tres pisos, con un frente pintado de un tono crema y dos balcones negros, al igual que la puerta, que contrastan con el claro de las paredes. La fachada no anticipa en lo más mínimo la inmensidad de su interior, una clásica construcción angosta y alargada llena de habitaciones, una seguida de otra. En el primer piso, tras pasar el porche, se encuentran la primera pieza y la cálida recepción de María, la dueña junto a su marido Juan, de carácter irascible, que no duda en retar al que no respete las normas de convivencia y amenaza con rajar si se repiten los comportamientos. Tras el final del pasillo, se desemboca en la cocina y el comedor, el lugar de reunión donde se charla, se juega al truco y obviamente se comparten los almuerzos y las cenas. Ese sector de la casa, es el punto neurálgico, es donde en los primeros días, los chicos recién llegados desde sus ciudades a este gran mundo de cemento, se arriman para conocer a sus nuevos compañeros de vida, por lo menos durante los próximos meses. Subiendo la escalera celeste media desvencijada, se pueden seguir viendo las habitaciones hasta el final del pasillo, que termina con la famosa pieza 15, la más grande, que ocupa todo el ancho del lugar, con dos ventanas y un balcón, ideal para salir a tomar un poco de aire, contemplar lo que te rodea y pensar en todo lo nuevo que está pasando. Cada habitación es un mundo, con su desorden, sus peleas, discuciones y problemas, pero donde también se pasan momentos gratos y graciosos, que en algunos años serán recordados como anécdotas cuando los ex compañeros se vuelvan a encontrar. Volviendo a los detalles del segundo piso, a mitad de ese pasillo, está la estrecha escalera que da al tercer y último nivel, donde se encuentra la querida sala de estudio -muy poco usada-, compuesta por amplias mesas de madera, piso alfombrado y un par de sillones confortables para descansar un rato tras un tiempo prolongado de lectura. Y para finalizar, "La Terraza", una fija los fines de semana donde se comen los asados de Lorenzo, se charla, se discute y se ríe hasta altas horas de la madrugada. Más allá de la descripción del lugar, vivir en "La Casona"es una experiencia muy enriquesedora, quién alguna vez pensó en cruzarse con un hondureño, un danés o un chino y compartir cosas con ellos, es más, hacerse amigo a pesar de las diferencias culturales obvias que existen. Es un sostén importante para los que recién llegan con el miedo del desconocimiento y la inseguridad -que existe pero no al nivel que intentan vender los medios-, para poder salir y conocer todas las cosas lindas que tiene la ciudad porteña: cines, teatros, espectáculos deportivos, recitales, paseos, y tantas otras más. Es importante en esta etapa de preparación, ante la ausencia de familiares y amigos, hacer nuevos vínculos para sentirse acompañado. Con muchos posiblemente no te vuelvas a cruzar, pero por ahi quien te dice, con otros hagas una amistad para toda la vida. Así es la Casona...

5 comentarios:

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  2. GRANDE HERMANAZO, por eso te banco papa, Y ARRIBA HONDURAS Y ARGENTINA :D jejeje

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  3. buenisiimooo viejaaa ;)!!!!..... saludos pa

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